COMO UN RIO SILENCIOSO

La obra de Beatriz Ruiz es como un río silencioso que fluye hacia lo indeterminado, hacia un territorio impreciso donde las formas, en su cambiante polisemia parecen siempre a punto de decir algo, de revelar un secreto que finalmente se nos niega, y en esa inminencia que no se resuelve reside su potencia y su misterio. 

Oscuridad profunda y móvil que bordea lo indecible, que recubre el espanto, que se lleva el recuerdo. Metáfora de la memoria, del carácter inasible de sus contenidos cambiantes.

Restos. Los que deja el río en sus orillas, destinados a seguir su irreversible proceso de degradación. Trazas. Huellas. Como las que quedan en la memoria. Fragmentos apenas, de experiencias que se van desvaneciendo en las brumas del tiempo.

Melancolía. Por todo lo que se lleva -desde siempre y para siempre- ese río infinito que nos arrastra.

Marcelo Pelissier. 2021.

 Exposición en el centro municipal de arte de avellaneda.

Sedimentos

Quemar una superficie es provocarle accidentes, formas, movimientos. Como una piel, el papel reacciona a la violencia del fuego: pliegues, contorsiones y colores dibujan una enigmática escritura. Pasado el tiempo, algunas veces, la memoria intenta leerla.

Mutación, dolor, sensualidad; lo transparente mantiene nexos con la opacidad, lo superficial está estrechamente unido a lo más profundo.

Biografía y tiempos inmemoriales se cruzan de una manera singular en el encuentro con los materiales. Los elementos esenciales agua, fuego, aire, tierrainteractúan, se potencian, se anulan, construyen y destruyen. Los sedimentos, resto y origen, pulsan lo vivo.

Me interesa lo vivo en lo oculto de los sedimentos, en lo inmóvil de la piedra y sus huellas, en las marcas duras que deja el fuego, en las impresiones ondulantes del agua como textos dispuestos a ser descifrados.

Beatriz Ruiz. 2015.

Encajes de Fuego

Corales violetas en un mar de niebla. La obra de Beatriz Ruiz posee la intensidad del universo. Su exposición abre con una cascada blanca donde la metáfora de la naturaleza da forma poética a sus obras. Estos paisajes están creados con la huella del fuego, como una laboriosa y mágica acción la artista va modelando la piel de la transparencia del calco, creando un textil, un encaje de fuego, una filigrana delicada como una alegoría atmosférica del espacio de lo natural. Bosques y profundidades nacen de las morfologías de las piezas, dibujos, esculturas y grabados se hermanan creando un clima de misterio y belleza. El papel es piel, materia y espacialidad escultórica. En su escultura de pliegues la artista cita las expansiones moleculares de la naturaleza, fractales y crecimientos matemáticos proliferan visualmente en una pureza blanca. El agua nace en los grabados litográficos, escenas del fondo del mar emergen de la precisión del dibujo, algas y movimientos acuosos, toques de violetas o dorados ofrecen el placer sensual de lo vivo. Una energía femenina seduce en sus obras, aberturas sensuales y transparencias resignifican los cortes y crean veladuras sobre las acciones fogosas. Y al estar en el centro de la muestra la fuerza de los elementos de la vida nos acompañan, renacemos del centro del fuego hasta sumergirnos en las profundidades del mar junto a las algas y las flores coralinas. Fabiana Barreda. 2015.

 Exposición en el Consulado Argentino en Nueva York.

Agua de papel

Monocromía que incluye todos los colores.

Itinerarios laberínticos, agudos como ángulos, pero sin  una sola línea recta. Mandalas que nos capturan dentro de una cartografía en la que es posible reconocerse: la complejidad; la pregunta por lo pacífico; la pregunta por el centro y por su color. Abundancia de vericuetos,  incontables idas y vueltas formando un todo que nunca acaba, nunca comienza, y se puede retomar desde cualquier parte. Una caída de agua, pero de papel.

Capas sobre capas: otro itinerario que hay que atravesar hasta llegar al origen. Burbujas, logradas con fuego. Un fuego- pincel que tizna lo negro, que juega en la frontera entre la burbuja y el agujero. Fusión y desdibujamiento de las fronteras entre los elementos. Frente-dorso, luces-sombras; todo cuenta. Una pared fosilizada, caracolas incrustadas que subsistieron y se ganaron lo dorado. Sedimento: aquello que se asentó en el fondo, aquello que contó con la suficiente fuerza de gravedad como para persistir.

Sedimentos: lo fuerte, lo grave, lo blanco, lo leve. La muestra de Beatriz Ruiz es precisamente eso, un broderie, una estética de la resistencia.

Mónica Rosenblum. Poeta. 2015.

 Exposición en el Consulado Argentino en Nueva York.

Superficies de memoria

Del Río al Cuerpo

 como la sangre en las venas
el río de la vida conduce al corazón”

Las obras de arte construyen memoria, crean mapas biográficos corporales, sociales y les otorga vida.

La obra de Beatriz Ruiz, va creando un cuerpo, una bella piel de escamas de metal, un ornamento medieval, español, antiguo, retratando un extraño dolor de lo ausente.

Sus esculturas y objetos en una dimensión rememoran un estado social trágico en la Argentina durante la dictadura, donde los cuerpos de los seres queridos desaparecidos no cobraban materia. Su obra rescata esos cuerpos y restaura la materia. Embellece la herida como escamas iridiscentes de punzantes tachuelas. Crea un escudo de ornamentos, transmuta alquímicamente lo perdido en sagradas reliquias del presente.

Luego de este proceso nace el río de la vida, paisajes rojos de agua en acuarela, y del monocromo fulgurante del metal emerge la fuerza del agua ahora como fuente de vida.

Del metal al agua, su obra como escultura bio social da canal al río y al cielo, como el sonido de los mantras, cada tacha colocada y cada pincelada posee un latido, el pulso de lo vivo, la belleza de lo indomable que resplandece en cada gesto artístico.

Y en el centro de la muestra una obra brilla, como un fruto paradisíaco un corazón palpita  encendiendo el fuego que anida en el metal.

Fabiana Barreda. 2013.
 
Exposición en el Centro Cultural San Martín. Buenos Aires.

Paisajes de humo

La belleza de lo incierto

En Paisajes de humo Beatriz Ruiz juega con el fuego, con lo que queda del fuego. Inventa territorios y nos atrae hacia reminiscencias de tempestad y de calma. El redondeo de sencilla apariencia de sus pétalos nos conduce al abismo de un fondo oscuro que invita e inquieta. Su obra es un juego de contrastes: con el fuego construye, con la goma de borrar dibuja, con las sombras ilumina. Y ese territorio incierto que nos guía hacia jardines de humo secretos nos reencuentra con emociones antiguas, con olores olvidados, nos enfrenta a una especie de presentimiento, de enigma y de secreto.

En su taller colmado de comienzos, de ensayos y de búsquedas, Beatriz Ruiz cita a Clarice Lispector: “…La belleza era un estímulo suave para mí, era el modo en que yo, débil y respetuosa, adornaba la cosa para poder soportar su núcleo…” Tal vez estas palabras definan de algún modo la obra de esta artista que hoy borda jardines naturales en territorios inciertos, tempestades y misterios coloreados de sepia en la inmensidad de una pregunta sin respuesta.

Beatriz Pustilnik. Escritora. 2016.